La dama del arroyo (ePub)

¡No hay nada que la voluntad del hombre no pueda lograr!", exclamó Andrés en voz alta con gran orgullo y determinación, mientras Isabel le miraba en silencio. "José Carlos, Eduardo y Allan confirmaron y partimos el sábado".

Isabel no pronunciaba palabra, solo se limitaba a ver a su esposo dando vueltas de emoción por toda la sala de la casa, a la vez que comentaba los planes concretados con sus tres amigos.

"Hemos investigado mucho sobre esta área y nos sentimos preparados para superar los obstáculos que presenta. Este es sin duda el reto que todo hombre desea enfrentar; un desafío de proporciones gigantescas, Isabel. No tienes idea la alegría que me invadió cuando Eduardo me llamó y confirmó que la Embajada ha dado los permisos. Tuvimos dudas de si aceptarían en tan corto tiempo, pero mira que todo se ha presentado perfecto y sin contratiempos. Es maravilloso".

Finalmente, y después de un visible debate interno, Isabel intervino en la euforia de Andrés. "Cariño, ¿no crees tú que necesitan más entrenamiento para esto? Sé que han superado exitosamente otros retos en el pasado, y estoy convencida de que la preparación y habilidad de ustedes son óptimas, pero ninguna de las experiencias pasadas se le acerca al nivel de riesgo que tiene particularmente ésta. Se enfrentan a una fuerza mayor que todos nosotros".